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Carl Jung, nos habla de dos arquetipos, el “animus” (el hombre interior)  y el “anima” (la mujer interior) que hemos interiorizado a lo largo de nuestra existencia, básicamente producto de nuestra relación de con nuestro padre y madre.

Cuando nuestra proyección de nuestra “animus” o “anima” coindice con la proyección del “animus” o “anima” de la otra persona, entonces sucede lo que llamamos enamoramiento, en cambio si estas dos proyecciones no coinciden es cuando nos sentimos frustrados con nuestra pareja o vemos a la otra persona como un ser horrible.

Las relaciones con el otro sexo, casi siempre se inician como proyecciones de nuestra “animus” o “anima”. Una relación sana requiere que abandonemos las proyecciones y percibamos la realidad de la otra persona. Esta realidad puede variar mucho respecto a las expectativas proyectadas, en cambio cuando proyectamos, uno se siente desilusionado y defraudado con su pareja cuando esta no encaja con su imagen.

La verdadera relación entre una persona y otra, será imposible hasta que las proyecciones de este “anima” o “animus” hayan sido mininamente disueltas, de no ser así, la relación se va a convertir en una pseudo-relación, llena de altibajos , de ilusión en ilusión, y en forma de fascinaciones mutuas y/o resentimientos explosivos, y huidas, cuando aparezcan las proyecciones negativas.

El camino de sanación radica en desarrollar una conciencia de cuando ocurren y de los rasgos proyectivos implicados en esta relación. Al desarrollar esta conciencia, uno puede enfrentarse a su “anima” o “animus” pudiendo establecer una relación viva y creciente tanto para uno mismo como hacía los demás.

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